Dentro del ciclo Historias detrás de la pandemia, presentamos el cuento: Las cadenas de Esteban, escrito por Nazareno Mércuri
Covida 2020: Historias detrás de la pandemia
// Retratos de la realidad para ponernos en el lugar del otro //
Serie 1 de cuentos: PLAZA BALCARCE
Las cadenas de Esteban
por Nazareno Mércuri
«¿Cuándo se acabará esta tortura?», pensaba desesperado mientras abrazaba los imaginarios barrotes. Hoy es el décimo noveno día y Esteban, va camino a volverse loco.
El día empezó igual que todos los otros: el sol intruso golpeando la ventana y atravesando unas inútiles cortinas, una pava al fuego, y a pocos metros, el varón medio dormido, concentrando su energía en impedir que el líquido se dispare hacia los lados del inodoro. Al rato, unos dientes relucientes, y el silbido de una pava ya lista, la yerba y ahora sí, el sol es bienvenido.
Entre mate y mate se pregunta Esteban qué será de su plaza, de la suya, esa que amparó y mantuvo durante los últimos diez años más por amor que por trabajo.
Se paraliza ante la idea de una catástrofe, y las catástrofes, en sus juegos nostálgicos, son frecuentes.
Cualquiera podría pensar que devenir en nostalgia, habiendo pasado tan solo diecinueve días desde que comenzó la cuarentena, es un acto de locura. Mas asegura Esteban que se trata de un simple reflejo del cariño; no puede impedirle a su corazón que, entre tanto tiempo libre, no recurra, ya sea voluntario o no, al dulce ejercicio del recuerdo.
¡Y qué bellos y tristes a la vez, son esos recuerdos!
Bellos por todo lo que representa para él aquella porción de pasto y vida, hogar de algarabía, de comunión y plenitudes. Tristes, al tiempo, por elimpedimento, aunque provisional, para volver a encontrarse con su lugar en el mundo.
Hoy Esteban llora, y nadie hace caso. Se quiebra ante una ventana estéril que no deja ver más allá, entregándose a la más profunda angustia.
Ensimismado sobre aquellos dolorosos pensamientos, y con la esperanza deshilachada, olvida lo temporal del aislamiento. Ya no hay un futuro al cual obedecer, sino una rendición secreta hacia el más severo de los pesares. Anhela un reencuentro que, cree saber, jamás existirá.
Se pierde en un lamento inagotable.
Y en aquel solitario ritual se desarma para siempre un hombre, o, quizás, toda la humanidad.
Nazareno Mércuri (24/03/20)
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